Parshat Vaikra Español
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Rabino Eliezer Krohn
El asiento perfecto
ושלם אתו
Y él pagará ... (Vayikra 5:24)
Rab Tanzer, un querido Rab con una maravillosa congregación, vivía en Johannesburgo, Sudáfrica. Siempre dedicado a su comunidad, los dirigía con afecto y paciencia. Un día, recibió una llamada telefónica de Estados Unidos. Era un hombre que lo llamaba para informarle que su padre, que vivía en Boro Park, y ya estaba entrado en años, había salido solo y olvidó dónde estaba. Teniendo en cuenta que el padre del Rab Tanzer estaba envejeciendo, se le sugirió que ya no viviera solo. Al enterarse de las noticias, Rab Tanzer decidió que traería a su padre de Boro Park a Johannesburgo y construiría una extensión a su casa donde su padre podría quedarse.
A pesar de que Rab Tanzer tenía la preocupación de dirigir una numerosa congregación, siempre que tenía la oportunidad de ayudar a su anciano padre, allí estaba. Sin embargo, cuando el Sr. Tanzer fue llevado a Sudáfrica, Ari, un joven miembro de la comunidad, se simpatizó con él. Solía decirle cariñosamente "Viejo Tanzer". Siempre queriendo ayudar, Ari asumió el papel de cuidador del Sr. Tanzer. Lo llevaba a rezar todas las mañanas, lo ayudaba a ponerse su Talit y Tefilin y lo llevaba de vuelta a su casa. Incluso para Shabat, se aseguraba de que el viejo Tanzer fuera llevado al templo y lo regresaran. Durante dos años, Ari apoyó lealmente todas las necesidades del viejo Tanzer. Era una fuente de asistencia indispensable y se apegó profundamente al anciano como un nieto a un abuelo.
Después de dos años de ayudarlo devotamente, el Sr.Tanzer estaba más viejo y frágil. A estas alturas, ya no podía ir al templo. Y despues de un tiempo, se le hacía difícil inclusive levantarse de la cama. Pero Ari estaba junto a su cama y atendía todas sus necesidades día tras día. Y entonces llegó el día. Habiendo vivido una vida larga, satisfecha y cumplida, el viejo Tanzer falleció.
Un tiempo después, Ari necesitaba viajar a Estados Unidos para una convención de negocios. Como no quería pasar Shabat en el lugar donde se estaba llevando a cabo la convención, organizó para quedarse en un hotel en Boro Park. Había escuchado que Boro Park era el hogar de innumerables judíos religiosos y pensó que sería una experiencia encantadora pasar Shabat allí. Considerando que había tantos judíos donde se alojaría, Ari no estaba preocupado por encontrar un lugar para pasar las comidas de Shabat. Sin embargo, para estar seguro, compró dos jalot, una botella de jugo de uva y dos pequeños trozos de pescado. "Por supuesto", se dijo a sí mismo, "no tendré que usarlos porque me invitarán. Después de todo en Sudáfrica, cuando alguien parece ser un extraño, recibe numerosas invitaciones ". Y, por lo tanto, Ari se mantuvo despreocupado.
Llegó la noche del viernes y Ari salió de su hotel y se dirigió a la calle. Mirando a su alrededor, vio un templo a la distancia y decidió ir a allí. Al entrar, se sentó y comenzó a rezar. El tiempo pasó y antes de que se diera cuenta, había terminado el rezo. Pero ahora, Ari estaba atrapado. Nadie se le había acercado para desearle un Shabat Shalom y no lo habían invitado a cenar. Sin ninguna otra opción, comenzó a dirigirse a su habitación del hotel donde lo esperaban dos jalot, una botella de jugo de uva y dos pequeños trozos de pescado.
Mientras caminana de regreso al hotel, Ari vio otro templo. Miró en su interior y parecía que todos se lo estaban pasando genial. Estaban bailando y cantando y disfrutando inmensamente de la Tefila. Era un templo jasídico con una multitud alegre y enérgica, y esto lo. Pensó que tal vez si entraba pudiera recibir una invitación para una comida, pero fin finalmente decidió no hacerlo. Y así, regresó al hotel y se comió la comida que había comprado.
A la mañana siguiente Ari se preparó para ir a rezar, comenzó a pensar otra vez: "¿Tal vez debería ir al templo jasídico? Todos parecían rezar tremendamente concentrados y con pasión”. Y de hecho, aunque se sentía un poco fuera de lugar, decidió ir allí. Al entrar, fue una de las primeras personas. Se dirigió al librero, tomó un Jumash y se sentó. Un tiempo después, la gente comenzó a llegar al rezo. Al llegar, la gente inmediatamente saludaba a Ari con un caluroso "Shabat Shalom", y antes de que empezara el rezo Ari ya se sentía en casa. Se puso todavía mejor cuando le hicieron el honor de llamarlo a la Torá. Y encima de todo, alguien lo invitó a la comida de Shabat.
Cuando la tefilá llegó a su final, varias personas se reunieron alrededor de Ari. "¿De dónde eres?", preguntaron. "Soy de Johannesburgo, Sudáfrica". "Oh, en serio? ¿Conocerías a un hombre que se mudó allí hace unos años llamado Yankel Tanzer?" "¿Qué si lo conozco?", se sorprendió Ari. "¡Por supuesto que sí! Me acerqué tanto a él que lo cuidé hasta el final de su vida. ¡Era como un nieto para él!”.
Al oír que este extraño de Sudáfrica no era, de hecho, demasiado extraño, uno de los hombres a su alrededor lo llevó hacia un lado. "Tengo algo que decirte", dijo. "¿Sabes que Yankel Tanzer solía rezar en este Shul?" Sorprendido de escuchar esa información, Ari se quedó allí en silencio. Y con eso continuó el hombre. “¿Y sabes dónde solía sentarse? En el mismo asiento en el que te sentaste.
Mientras Ari podría haber terminado sentado en uno de los innumerables asientos en todo Boro Park, encontró el Shul y el mismo asiento que Yankel Tanzer había ocupado durante tantos años. Hashem claramente le estaba enviando un mensaje: si haces jesed para alguien más, nunca será olvidado. Ningún acto de bondad, por pequeño que sea, deja de ser recompensado.
Rabino Zev Leff
Regocijándose por la vida
Los Jajamim nos dicen: "Cuando el mes de Adar entra, aumentamos en felicidad" (Taanit 29a). Sin embargo, antes de que podamos discutir qué es la felicidad, primero hablemos de lo que no es.
Muchas personas piensan que la felicidad depende de alcanzar lo que anhelamos. Si tan solo estuviéramos casados, tuviéramos hijos, tuviéramos una casa más bonita o tuviéramos un mejor trabajo, seríamos felices. Si bien poseer estos bienes puede ser valioso e importante en la vida, ellos no determinan por qué estamos en este mundo y por qué debemos luchar.
Recuerdo que una vez vi una camiseta que se vendía en Nueva York con las palabras: "Quien tiene más juguetes cuando muere gana". Para muchas personas, esto define su objetivo y propósito de la vida. Cuantos más juguetes y experiencias acumulan, más ganadores son.
Un ejemplo de ello es una mujer en Los Ángeles que una vez solicitó que la enterraran en su lujoso automóvil Rolls-Royce. Y, de hecho, para disgusto de sus herederos, cumplieron su petición. Si utilizamos la definición de esta camiseta de una vida exitosa, seguramente diríamos que esta mujer ganó. Ahora se quedaría con el juguete más caro para la eternidad. Pero en verdad, además del hecho de que su consumo de gasolina sería grande, su Rolls-Royce no la llevaría a ningún lado.
La Declaración de Independencia de los Estados Unidos garantiza a sus ciudadanos los derechos a la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad. Permítanme primero decirles cómo es la "búsqueda de la felicidad".
En Miami, Florida, hay algo singularmente diferente a muchos lugares en todo el mundo. En lugar de tener carreras de caballos, tienen carreras de perros. Ahora, hay una distinción muy grande entre los dos. Con las carreras de caballos, un ser humano inteligente monta en el caballo y sabe que ganar la carrera significa recibir un cheque más grande. En consecuencia, le da al caballo el incentivo para correr más rápido.
Los perros, sin embargo, no tienen a nadie montado en ellos. Entonces, ¿cómo motivan a los perros a correr más rápido? Tienen un conejo mecánico llamado "Speedy" que corre por delante. Cuanto más rápido corren los perros, más rápido se mueve el conejo. Sin embargo, si los perros atraparan al conejo, pronto se darían cuenta de que no es un conejo, sino una muñeca. Entonces dejarían de correr.
Esa es la búsqueda de la felicidad. Corres y corres y piensas que si obtienes este objeto o placer, serás feliz. Pero entonces quieres más. Como dicen nuestros Jajamim, "Quien tiene cien quiere doscientos". Sin lugar a dudas, esta búsqueda sin fin no puede ser el significado de la verdadera felicidad y de lo que se trata la vida.
¿Cuál es entonces la definición real de la felicidad?
Hay dos enseñanzas en Pirkei Avot que parecen contradecirse entre sí, pero en realidad se complementan una a la otra. Por un lado, la Mishná comienza diciendo: "Un segundo de arrepentimiento y buenas obras en este mundo es más grande que todo el Mundo por venir" (Pirkei Avot 4:17). Esta frase parece indicar que el mundo en que vivimos tiene un valor muy apreciable. Sin embargo, la Mishná continúa diciendo: "Un segundo de placer periférico en el Mundo por Venir es mayor que la suma total de todo el placer en este Mundo”. El placer periférico se refiere a la siguiente escena: un hombre pasa por un salón de banquetes con mesas llenas de comida deliciosa, pero no está invitado a entrar. Todo lo que puede hacer es oler el aroma que flota en el aire.
De esta última afirmación, parecería que comparativamente este mundo no es nada en relación con el Mundo Venidero. Un segundo de placer incluso periférico en Olam Haba es mayor que todo el placer experimentado en este mundo desde el principio hasta el final.
Si fuéramos académicos, quizás sugeriríamos que hay dos escuelas de pensamiento entre los rabinos. A una escuela de pensamiento le gusta este mundo y a una escuela de pensamiento le gusta el Mundo Venidero. Pero solo hay un problema. R' Yaakov dijo ambas declaraciones. ¿Entonces, cuál es mayor: este mundo o el venidero?
La respuesta es que hay ciertas calificaciones al mirar estos dos mundos. Desde una perspectiva, este mundo no es nada comparado con el Mundo Venidero. Por otro lado, este mundo es más grande que el Mundo Venidero.
Imagine a un hombre parado afuera de la sala de parto esperando noticias del nacimiento inminente de su hijo. El médico sale y dice: "Tengo noticias muy tristes para ti. Su esposa acaba de dar a luz a un bebé, pero ha contraído una enfermedad terminal que no puede sobrevivir. Tu bebé va a morir con la enfermedad con la que nació”. Al oír noticias tan desgarradoras, el esposo busca consuelo. "Deme esperanzas, doctor", suplica el hombre, "debe haber una cura". "Lo siento señor, pero no hay cura". "¿Está buscando una cura?" "No, nos rendimos hace años". "¿Alguna vez alguien sobrevivió milagrosamente a esta enfermedad?", dice el esposo con lágrimas corriendo por su rostro. "Nunca", dice el doctor.
Sin saber qué hacer consigo mismo, el hombre suspira: “Nunca había oído hablar de una enfermedad tan terrible. No hay cura, no están buscando una cura y nadie la ha sobrevivido. ¿Cómo se llama esta enfermedad con la que nació mi hijo?" “Vida”, dice el médico. “Algunas personas sobreviven ochenta años, otras sobreviven noventa años y otras llegan a cien. Aunque no sabemos cuánto tiempo tomará, todos los que tienen esta enfermedad eventualmente abandonarán este mundo".
Si la vida se compone simplemente de los segundos entre el nacimiento y la muerte, entonces la vida se vuelve más deprimente con cada día que pasa. Pero esta no es la perspectiva judía de la vida. Según la Torá, la vida no comienza cuando entramos en este mundo y termina cuando dejamos este mundo. Nuestra esencia es nuestra neshama que existió en un mundo espiritual miles de años antes de nuestra entrada en este mundo físico. Cuando descendimos a este mundo y nos dieron ojos, oídos y piernas, fue solo para un viaje temporal. Al igual que un astronauta que debe usar un traje espacial al ingresar al espacio exterior, nosotros también debemos poseer cuerpos físicos para poder funcionar en un entorno físico.
Por esta razón, una de las formas en que expresamos signos de luto es rasgando nuestra ropa. Queremos expresar que la persona amada que fallece simplemente se ha quitado su ropa terrenal, pero que su neshama continuará existiendo por toda la eternidad. Nuestra verdadera esencia es nuestra neshama. Y de hecho, eventualmente regresaremos a ese mundo espiritual del que venimos y disfrutaremos eternamente de los frutos de nuestro trabajo realizado en la tierra. Experimentaremos felizmente la estrecha relación que hemos establecido con Hashem a lo largo de nuestro viaje en este mundo.
En este sentido, el Mundo por Venir empequeñece a este mundo porque es solo allí donde participaremos de una relación espiritual eterna y dichosa con Hashem. Sin embargo, al mismo tiempo, el mundo en el que vivimos ahora es indescriptiblemente valioso porque es solo aquí donde podemos crear esa eternidad del Mundo por Venir. Una vez que nuestra neshama abandona nuestro cuerpo, es demasiado tarde y por siempre seremos lo que creamos de nosotros mismos.
Cuando tenía ocho años, el supermercado de mi ciudad organizó un concurso. El ganador del concurso recibió quince minutos para ir por todo el mercado y obtener cualquier cosa y todo de forma gratuita. Y de hecho, cuando una mujer ganó el concurso, mi hermano y yo, junto con todo el vecindario, fuimos a verla recoger el premio. Usando zapatos de deporte, la mujer tenía dos bolsas de compras colgando de sus brazos y un mapa del supermercado que señalaba los pasillos más caros.
Al enterarse de que tenía quince minutos desde el golpe del primer silbato hasta el golpe del segundo silbato, comenzó a correr histéricamente por todo el supermercado en el momento en que sonó el silbato. Después de cinco minutos, ella estaba sudando y respirando pesadamente.
Imagínese si alguien se hubiera acercado a ella y le hubiera dicho: “Señora, se ve muy cansada y sin aliento. Aquí hay una silla; siéntese y descanse unos minutos”. ¿Qué habría dicho ella? "¿Estás loco? Tengo quince minutos para tomar lo que pueda. ¿Cómo puedo perder un segundo? Tan pronto como suene el segundo silbato, estaré más que feliz de sentarme el tiempo que sea necesario. Pero en este momento, debo maximizar cada momento".
En verdad, no necesitamos buscar la felicidad porque la tenemos justo delante de nosotros. La vida en sí misma es el mejor regalo que podríamos tener, porque tenemos la increíble oportunidad de crear la eternidad. Todo lo que nos queda por hacer es utilizar cada momento que tenemos al máximo.
Un mensaje corto del
Rabino Daniel Glatstein
Una vez una pareja que quería tener hijos se acercó a Rav Chaim Kanievsky shlita para que los guiara. Él les aconsejó trabajar en la humildad. Cuando le preguntaron qué relación había entre la humildad y tener hijos, Rav Chaim señaló un comentario explícito de Rashi en Parashat Noaj (10:25). De todos los descendientes de Noaj, el individuo que poseía la familia más grande era Yaktan con trece hijos. Sobre Yaktan, Rashi comenta: "Era humilde y, por lo tanto, merecía muchos hijos".
¿Por qué, de hecho, la humildad es un rasgo meritorio para tener hijos? Teniendo en cuenta que una madre, un padre y Hashem se unen en la creación de un niño y la presencia de Hashem solo reside en un hombre humilde (Sotah 5a), la calidad perfecta para asociarse con Hashem es la humildad.
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