Parshat Terumah Español
Compiled and Edited by Elan Perchik
Yehiel, un chico de ocho años, acababa de entrar a segundo grado. Tenía una vida maravillosa y un lindo espíritu, y disfrutaba mucho las clases de su rabino y su morá. Sin embargo, todos los días, al regresar a la casa de la escuela, le decía a su madre que le dolía mucho la barriga. Su madre lo atribuía a los nervios del comienzo del año y la adaptación a la escuela, pero los dolores de barriga no desaparecían. A veces, incluso, el niño llamaba desde la escuela diciendo que quería regresar a la casa. Pero con el ajetreo de Rosh Hashana , Yom Kipur y Sucot que se acercaban, nadie le prestó mucha atención. Después de Sucot, cuando las cosas empezaban a calmarse un poco y Yehiel seguía quejándose de su estómago, su madre decidió llevarlo al doctor para un chequeo. Después de pasar por exámenes y estudios médicos, Yehiel y su madre recibieron la desafortunada noticia de que no se trataba de un simple dolor de barriga. Habían descubierto que el chico tenía cáncer en el estómago. De la noche a la mañana, este feliz alumno de segundo grado cambió su escritorio, libros y amigos por hospitales, agujas y enfermeras. Ahora enfrentaba el drama de una terrible enfermedad. Fue un año plagado de dificultades, ya que los médicos seguían sin saber cuál sería el resultado. Mientras Yehiel era monitoreado muy de cerca a través de los muchos tratamientos que recibía, le daban permiso de regresar a la casa de vez en cuando, por un período corto, para después regresar al hospital. Allí pasó prácticamente todo su segundo año de escuela. Hacia el final del año, cuando el clima comenzaba a mejorar, Yehiel finalmente completó sus tratamientos. Cuando los doctores le realizaron el último escaneado de cuerpo entero, para alivio de todos, el cáncer había sido eliminado por completo. Lo mantuvieron en el hospital por una semana más para asegurarse de que todo estaba bien, y finalmente el doctor llamó a los padres de Yehiel y les dijo: “Su hijo está sano y el cáncer está en remisión”. Sin embargo, el doctor expresó una nueva inquietud. “En este momento nos preocupa su estabilidad emocional. Segundo grado es un año muy importante en los niños para crear conexiones y vínculos sociales, y él no ha estado con amigos. Creemos que es buena idea inscribirlo en un campamento donde vayan sus amigos”. Los padres, mirando a su hijo, flaco y frágil, no estaban seguros. “¿Lo quiere mandar a un campamento?” “Miren”, explicó el doctor, “vamos a vigilarlo muy de cerca para asegurarnos de que su salud no se vea afectada. Sin embargo, por su bienestar emocional, creemos que debe estar en un ambiente con niños de su edad donde pueda aprender a interactuar y socializar”. Y así, los padres de Yehiel aceptaron el consejo y lo inscribieron en un campamento regular después de un año largo y complicado. Cuando el jefe del campamento fue informado de que Yehiel, quien en ese momento había perdido el cabello, convocó a los guías encargados de los niños. Les informó sobre el estado de Yehiel y les explicó todo el trauma que había atravesado. “No estoy seguro de cómo va a reaccionar”, dijo el jefe del campamento, “pero esperamos que todo vaya bien”. Los guías hicieron los mismo y le comunicaron a los otros campistas sobre el chico que se les uniría. “Todos deben ser portarse con sensibilidad y tratarlo de manera perfectamente normal”, clarificaron los guías. “acaba de pasar un año muy difícil y nadie debe burlarse de él”. Al llegar al campamento, Yehiel tenía una enorme sonrisa. Para el gusto de todos, era adorable y alegre. En lugar de hacer a todos sentirse incómodos, era él quien confortaba a todos los demás. Bromeaba sobre su cabello y sobre el hecho de no poder correr tan rápido como los otros niños, y así hacía que todos se relajaran. Rápidamente Yehiel se convirtió en uno de los niños más populares del campamento. No solo era querido por sus compañeros, sino también por los guías. Nadie se cansaba de la refrescante energía de este pequeño. Sin duda alguna, el verano fue un gran éxito. Al llegar el final, el campamento se preparaba para su gran viaje de fin de verano. Todo el campamento estaba emocionado porque iban a salir de viaje a un parque de atracciones con toda clase de actividades. Había un safari, montañas rusas y toboganes de agua. Tenían planeado rentar todo el parque solo para los campistas. Los chicos estaban encantados. Mientras manejaban hacia parque de atracciones y hablaban de las aventuras que les esperaban, quiénes irían a caminar por el parque y qué atracciones visitarían, le preguntaron a Yehiel. “¿A dónde quieres ir tú?” “Yo solo quiero subirme a las montañas rusas”, contestó Yehiel. “¿Solo quieres subirte a las montañas rusas? ¡Hay tantas cosas que hacer!” “Lo sé, pero yo solo quiero subirme a las montañas rusas”, repitió Yehiel. A medida que el autobús seguía su camino, los otros chicos pensaban que Yehiel estaba exagerando. No hablaba en serio al decir que solo quería ir a montaña rusa. Había tantas otras atracciones que disfrutar; ¿por qué querría perderse de todo lo demás? Pero después de subirse a varias montañas rusas y ver que Yehiel no quería hacer otra cosa, se dieron cuenta de que sí hablaba en serio. Literalmente solo quería subirse a las montañas rusas. Finalmente les dijo a sus amigos, “Vayan ustedes por su cuenta, no se preocupen por mí. Vayan a hacer lo que quieran y nos encontraremos más tarde”. Y así el día transcurrió con Yehiel literalmente subiendo de una a otra montaña rusa. El día llegaba a su final y los campistas se reunieron para cenar; los guías miraban a su alrededor a los niños que estaban mitad exhaustos y mitad llenos de excitación. De los muchos guías que contemplaban la imagen de tantos niños disfrutando, uno de ellos sentó junto a Yehiel. “Yehiel, ¿te divertiste?” Yehiel lo miró y le dijo, “Pude alcanzar mi objetivo”. “¿Tenías un objetivo en el parque de atracciones? ¿Cuál era?” preguntó el guía. “Quería subirme a todas las montañas rusas del parque e hice justamente eso. Es la única cosa en todo el parque que tiene algún significado”. Al escuchar de un niño de ocho años que las montañas rusas tenían significado, el guía no estaba seguro exactamente de lo que Yehiel quería decir. “¿A qué te refieres con que las montañas rusas tienen significado?”, preguntó. Yehiel le explicó: Cuando estás en una montaña rusa, cayendo, girando y dando vueltas a tan alta velocidad en tantas direcciones, hay una emoción tremenda. Al mismo tiempo, si estuvieras en un carro y experimentaras esos mismos movimientos, ¿qué sentirías? Temerías por tu vida. De manera similar, si estuvieras viajando en un avión y experimentaras esos movimientos como los de la montaña rusa, también estarías aterrado. Con el estómago hundiéndose y el viento soplando en tu cara mientras viajas más rápido que una bala, sentirías el miedo a la muerte. Pero cuando estás en una montaña rusa, ese miedo es transformado en emoción. Da miedo, pero es emocionante. Nadie sentado en un avión que va en caída diría “¡Qué divertido es este viaje!” Pero en una montaña rusa esa misma sensación produce felicidad y euforia. Entonces Yehiel se quedó callado. Se volteó hacia el guía y con lágrimas en sus ojos le dijo, “El año pasado mi vida fue como una montaña rusa. Iba para arriba y después para abajo. Este año estoy asustado por lo que pueda pasar. Tengo miedo de lo que me depara el futuro. Por lo tanto, quería recordarme a mí mismo que en una montaña rusa no tienes miedo de morir porque te sujeta el cinturón de seguridad. En una montaña rusa te diviertes porque sabes que estás a salvo. Quería decirme a mí mismo que en la montaña rusa de mi vida yo estoy salvo. D-os me sostiene, como un cinturón de seguridad. Puedo escoger temer por mi vida o puedo escoger sonreír y disfrutar el viaje. Y yo preferiría escoger disfrutar del viaje”. A través de nuestras vidas debemos recordarnos a nosotros mismos que estamos viajando en la montaña rusa de Hashem. Aunque el futuro sea incierto, podemos reclinarnos cómodamente y sentirnos seguros en las manos de nuestro amoroso Padre en el Cielo. La montaña rusa de la vida tiene altos y bajos, pero como Hashem guía nuestro curso de viaje, podemos ciertamente encontrar consuelo en esos baches. Él siempre nos cuida, manteniéndonos seguros mientras maniobramos. |
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HaRav Jaim Yisroel Belsky z”l Al hacer un análisis comparativo de las parashot paralelas de la Tora, Teruma/Tetzave y Vayajel/Pekudei, encontramos que explican de una manera casi idéntica la disposición del Mishkan. Con ligeros cambios, estas parashiot parecen ofrecer una imagen de espejo la una de la otra. Sin embargo, tal repetición no es mera trivialidad, sino que de hecho tiene un gran significado. Rashi, citando la Gemará (Berajot 55a) explica que Moshe Rabeinu y Betzalel, el arquitecto del Mishkan, tenían diferentes opiniones en cómo proceder en su construcción. Mientras Moshe ordenó a Betzalel que preparara primero los utensilios del Mishkan y después erigiera la propia estructura, Betzalel no estuvo de acuerdo. “¿Acaso es normal primero hacer los muebles de un edificio y después construir el edificio?” Fue solo después de escuchar el razonamiento de Betzalel que Moshe Rabeinu finalmente accedió. “Tienes razón”, dijo Moshe, “debes haber estado parado ‘B’tzel E-l, a la sombra de D-os (de allí el nombre de Betzalel), cuando Me ordenó acerca del Mishkan. Es así como sabes lo que me fue dicho”. Y efectivamente, así fue como se procedió. Primero se construyó la estructura misma del Mishkan y después los diferentes recipientes. Pero esta no fue la única discrepancia que existió con relación a la construcción del Mishkan. La Tora explica de manera diferente la construcción del Mishkan en las parashot Teruma/Tetzave y Vayejel/Pekudei. En las parashiot de Teruma/Tetzave primero describe la configuración de los recipientes (Aron, Shuljan, Menora) y después la estructura (las cortinas y los tablones); Vayajel/Pekudei invierte el orden y primero habla de la estructura y después de los recipientes. Para poder entender bien esto, primero debemos entender cuál era el propósito del Mishkan. En primer lugar Antes que nada, era proveer al pueblo judío con un lugar para servir a Hashem. Con un sitio establecido para realizar el sacrificio ritual diario y las tareas ceremoniales, el Mishkan brindaba el primer plano para que Klal Yisrael se comprometiera en un servicio incondicional y dedicación absoluta a Hakadosh Barujú. Por otra parte, como lo dice claramente el Rambam, el Mishkan también era utilizado por Hashem. Sería de canal y el medio a través del cual Hashem se comunicaría con el pueblo judío. Como dicen los Jajamim, “La voz de Hashem decendía primero entre los Keruvim, y después viajaba para que la escuchara Moshe en la Carpa de Reunión” (ver Rashi, Shemot 25:22). Fue en el Mishkan que la Divina Presencia de Hashem moraba y se le aparecía el Klal Yisrael. Esta es, de hecho, la razón por la que se hace referencia al Mishkan como el Ohel Moed, “La Carpa de la Reunión”. Era el punto de reunión entre Hashem y el pueblo judío. Hashem, por así decirlo, descendía de las alturas a la tierra, mientras que Klal Yisrael ascendía espiritualmente de la tierra a las alturas. Teniendo en cuenta estas dos funciones del Mishkan, podemos comenzar a entender la naturaleza de las diferencias mencionadas anteriormente. Moshe Rabeinu, el representante de Hashem, dio instrucciones de que el Aron, el Shuljan y la Menora se elaboraran primero y luego las cortinas y los tablones. Esto se refiere al camino que recorre la voz de Hashem para alcanzar a Klal Israel. Primero descendiendo hacia el Aron, finalmente sale al patio exterior con sus cortinas y tablones. En cambio, Betzalel, como emisario arquitectónico de la nación judía y representante de su perspectiva, sentía que la conformación del Patio exterior debía realizarse primero y solo después de esto las vasijas interiores. Congruente con la manera en que Klal Yisrael se relacionaba con Hashem – primero entrando en los alrededores de las paredes exteriores y después avanzando hacia el Arón, Shuljan y Menora – así era el orden en que debía ser construido el Mishkan. En esencia, entonces, los puntos de vista respectivos de Moshe Rabeinu y Betzalel sobre lo que debía construirse primero reflejaban lo que cada uno vía como función principal del Mishkan. Para Moshe Rabeinu, reflejando el punto de vista de Hashem, el uso primario del Mishkan y morada de la Divina Presencia comenzaba de los utensilios interiores y de allí se movía al exterior. Contrariamente, para Betzalel, quien reflejaba la perspectiva de la nación judía, el uso del Mishkan comenzaba en las extremidades exteriores y culminaba en el Arón. Tanto desde el punto de vista geográfico como espiritual, la relación del Klal Yisrael con el Mishkan, los llevaba desde sus paredes exteriores hasta el Sanctum Sanctorum donde alcanzaban el clímax. Con esto en mente, ahora podemos entender completamente la razón de la incongruencia entre las parashiot. Teruma/Tetzave detalla la orden que Hashem le dio a Moshe Rabeinu en la construcción del Mishkan. En vista del hecho de que Hakadosh Baruju estaba comunicando cómo debía ser construido el Mishkan, lo que se menciona primero son los diversos recipientes. Ya que estos eran tanto el punto de partida y central del Mishkan desde la perspectiva de Hashem, sus figuraciones son enumeradas primero. Por otra parte, en Vayajel/Pekudei, que se centra en cómo la nación judía prácticamente llevó a cabo la construcción del Mishkan, la estructura física exterior tiene precedencia. Debido a que es allí donde comenzaba el contacto inicial del Klal Yisrael con el Mishkan, se menciona primero. Si bien puede ser difícil relacionarse con los muchos aspectos del edificio y los utensilios de Mishkan en la actualidad, no obstante, debemos esforzarnos por familiarizarnos con todos sus detalles. Como leemos en la Haftarah de Parashat Tetzaveh, “Dile a la Casa de Israel... la forma del Templo y su diseño; sus salidas y entradas y toda su forma... y todos sus estatutos, formas y leyes, explícales… para que puedan recordar toda su forma..." (Yejezkel 43: 10-11). En este Pasuk se menciona cuatro veces la palabra "tzura", forma, aludiendo a las cuatro veces que el Templo es descrito en todo el Tanach: tres instancias del Primer, Segundo y Tercer Beit Hamikdash y una del Mishkan. Debemos aprender con gran profundidad y amplitud los detalles de estas cuatro estructuras. Similar a la forma en que estudiar sobre los varios sacrificios es comparable a efectivamente ofrecer uno (Menajot 110a), lo mismo se aplica al aprender sobre el Mishkan. Al profundizar en los muchos aspectos particulares del Mishkan y Beit Hamikdash, nos reconectamos con su inmensa santidad. Y de hecho, a través de nuestro estudio en profundidad de las muchas facetas que conforman estos edificios, seguramente mereceremos la construcción final del Tercer Beit Hamikdash, pronto en nuestros días. |
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