Parshat Vayehi/Shemot Español
Compiled and Edited by Elan Perchik
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Parashat Vayehi/Shemot Print Version 21 de Tevet, 5779/ 29 de Diciembre del 2018 |
Coilado y Editado por Elan Perchik
Rabino Benzion Klatzko
Contemplar la bendición
ישמך אלקים כאפרים וכמנשה
Que Hashem te haga como Ephraim y Menashe (Bereishis 48:20)
Cuando mi esposa y yo nos mudamos de Yerushalayim a Boro Park, mi suegro nos dio su vieja camioneta marrón para transportarnos. Un día, cansado de tener un automóvil desgastado, mencioné la idea de comprarle un mejor auto a mi esposa. Para mi deleite, noté que había un aviso que anunciaba que se realizaría una subasta de automóviles en Queens, Nueva York. Era una subasta de recuperación de la policía y el banco, donde se vendían autos muy baratos por unos centavos de dólar. En el anuncio decía que se debía hacer un pago inicial de un cuarto del precio del vehículo para asegurar el automóvil de su elección y, dentro de los siguientes siete días, pagar el monto restante. En ese momento estaba estudiando en el Kolel y había ahorrado un total de mil dólares, con los cuales nos dirigimos a la subasta.
Al llegar al lugar, comenzamos a imaginar cómo casi todos los autos podían adaptarse perfectamente a las necesidades de nuestra familia. Durante el tiempo de visualización, cuando todos tenían permitido mirar los autos, mi esposa me preguntó dónde había puesto los mil dólares. Dije que estaban en mi bolsillo. "¡No lo dejes en tu bolsillo! Alguien podría robarte el dinero”, dijo. "No te preocupes", le contesté, "ya pensé en eso y solucioné el problema. Tomé los mil dólares, y los metí en el fondo de mi bolsillo y sobre el dinero, hay un montón de toallas de papel. Si alguien trata de meterme la mano en el bolsillo, en el momento en que atraviesen todas las toallas de papel lo sentiré". "Realmente no me siento cómoda con eso", dijo. "Creo que deberías poner el dinero en tu zapato". "¿Mi zapato? No puedo andar con mil dólares en mi zapato; ¡Eso será muy incómodo!” Después de un poco de discusión, mi esposa cedió y el dinero quedó en mi bolsillo debajo de un montón de toallas de papel.
Cinco minutos después de la subasta, mientras me encontraba en la primera fila, sentí un golpe en mi hombro. "Disculpe, señor", dijo un hombre, "pero creo que alguien acaba de entrar en su bolsillo". Cuando escuché esas palabras, mi estómago se desplomó. Me metí la mano en el bolsillo y empecé a sentir toallas de papel, toallas de papel, toallas de papel ... toallas de papel. Eso fue todo. En cinco minutos, mil dólares habían desaparecido. Dirigiéndome a mi esposa, que me había pedido que pusiera el dinero en mi zapato, dije: "Creo que tenemos que ir a casa; me acaban de robar”.
Esperando que ella comenzara a gritar, no dijo nada. Mientras nos dirigíamos de nuevo a nuestra pasada y ahora futura camioneta marrón destartalada, pensé: "Ahora sí que me va a reclamar”. Ella respiró y dijo: "No te sientas mal; es de Hashem”. “¿Eh?", murmuré confusamente. "Todo el mundo puede cometer un error. Está bien", repitió ella. Todo el camino a casa, mi esposa trató con calma de hacerme sentir mejor. Cuando llegamos a casa, me dirigí a mi esposa y le dije: “Nunca olvidaré lo que hiciste hoy. Siempre te acompañaré, y puedes contar conmigo. Tenías todo el derecho del mundo para gritarme, pero no lo hiciste. Muchas gracias."
Durante años siempre deseé pagarle a mi esposa por la bondad amorosa que me había mostrado. Finalmente, llegó el momento. Cuando mi hermana menor se iba a casar en Cleveland, le mencioné a mi esposa la idea de conseguir un traje nuevo. Después de que ella aceptó mi idea, comencé una búsqueda para encontrar el traje de mis sueños. Fui de una tienda a la otra, y finalmente, después de unos días, lo encontré. No solo era el traje que había estado buscando, sino que era incluso mejor de lo que había imaginado. Después de adaptarlo y revisarlo en busca de shaatnez, el hermoso traje estaba listo para ser usado.
El día antes de la boda, mi esposa me llamó y me dijo: “Te voy a pedir un favor. Cuando llegues a casa esta noche, salgamos a Cleveland lo antes posible. Creo que deberíamos irnos antes de que se haga muy tarde. Ya he empacado tu ropa, mi ropa y la ropa de los niños". "Suena genial", le dije. Y así fue. Media hora después de regresar a casa nos dirigíamos manejando a Cleveland.
Al día siguiente al mediodía, recibí una llamada de mi padre. "Todos los niños y nietos necesitan estar en el salón de bodas en una hora, todos vestidos y listos para las fotos de la familia". Después de escuchar esto, salté a la ducha y comencé a prepararme. Entonces le pregunté a mi esposa por mi hermoso traje. Ella comenzó a mirar a través del equipaje. Mirando, mirando, mirando, mirando ... mirando. Luego corrió hacia el coche y miró un poco más. Volviendo a mí, dijo: "No sé cómo decirte esto... pero dejé tu traje en Nueva York". Cuando comencé a pensar para mí mismo cómo pasé una semana buscando el traje y gastando una fortuna, me llegó a la mente el momento de la subasta. Inmediatamente le dije a mi esposa: "Escucha, no te sientas mal. De hecho, conduje aquí con otro traje y estará bien".
Poco después, cuando volvía de bañarme y prepararme, estaba a punto de entrar en la habitación donde estaba mi familia. La puerta de la habitación estaba medio abierta. Al asomarme, vi a mi esposa sentada en la cama con nuestros hijos a su alrededor. Ella les dijo: “Necesito decirles algo sobre su padre. Esta es la boda de su hermana y compró un traje nuevo. Era muy importante para él y gastó mucho dinero y tiempo para conseguirlo. Pero cometí un error y olvidé el traje. ¿Saben lo que haría la mayoría de los papás? Se enojarían y gritarían. Pero no su papá; no se enojó ni gritó. No me hizo sentir mal. Niños, acérquense a mi alrededor. Quiero darles a cada uno de ustedes una bendición para que crezcan y sean como su padre".
Y así, mientras nuestros hijos estaban en fila, ella puso sus manos sobre sus cabezas y les dio a cada uno la bendición que habitualmente se da en Shabat, "Yesimja Elokim keEfraim Ve keMenashe".
Cada persona tiene bendición en su vida. A veces, sin embargo, solo tenemos que abrir nuestros ojos un poco más y verlo. Si queremos, podemos elegir ver lo negativo y comenzar a gritarle a nuestra pareja, hijos y amigos. Pero seríamos mucho más sabios y felices si pudiéramos ver positivamente todo lo que sucede y contemplar la bendición.
Señora Jani Juravel
Verdaderas bendiciones
En la Parasha Vayehi, leemos acerca de las bendiciones que Yaakov Avinu le dio a cada uno de sus hijos. Habiendo alcanzado la vejez y acostado en su lecho de muerte, fue el momento más propicio para que Yaakov entregara sus últimas palabras de bendición e instrucción a sus hijos.
Después de enterarse de la enfermedad de su padre, Yosef junto con sus dos hijos, Menashe y Efraim, se dirigen a Yaakov Avinu. Al acercarse a Yaakov, Yosef colocó a su hijo mayor, Menashe, a la derecha de Yaakov y a su hijo menor, Efraim, a la izquierda, en preparación para una bendición. Esto se hizo con la intención de que Yaakov colocara su mano derecha y más significativa sobre la cabeza de Menashe y su mano izquierda y menos significativa sobre Efraim. Sin embargo, como lo relata la Torá, Yaakov cambió de manos. Mientras Yosef intentaba corregir lo que percibía como un error de su padre, Yaakov le aseguró a Yosef que estaba consciente de sus acciones. Efraim estaba destinado a ser más grande que Menashe a pesar de ser el más joven de los dos, y como tal merecía la mayor bendición.
Al pensar en estos succesos quedan algunas preguntas. En primer lugar, ¿qué fue exactamente lo que obligó a Yaakov a dar la bendición principal a Efraim? ¿Qué vio en Efraim que se destacó especialmente? Más aún, si Yaakov estaba en lo cierto de que Efraim tenía más grandeza, ¿cuál fue la línea de razonamiento de Yosef para dar prioridad a Menashe?
En nuestra relación con Hashem, existen dos aspectos: sur meira, evitar el comportamiento negativo y ase tov, hacer el bien. Un judío debe evitar lo que la Torá prohíbe y adoptar lo que la Torá ordena claramente. Yosef y Yaakov, respectivamente, ejemplificaron estos dos elementos como se ve a lo largo de sus vidas. Yosef exhibió autodisciplina y evitó conductas negativas mientras vivía en la casa de Potifar y en la tierra contaminada espiritualmente de Egipto, mientras que Yaakov infundió visiblemente las órdenes e ideales de la Torá en todo lo que hizo con amor a Hashem.
No por casualidad, estos dos atributos paradigmáticos son paralelos a cómo Yosef y Yaakov se sentían acerca de la crianza de los hijos en el exilio. Yosef opina que la manera de criar exitosamente a los niños en el exilio y evitar las influencias negativas de la sociedad es emplear el autocontrol. El hombre debe aprender lo que está bien y lo que está mal, y debe albergar dentro de sí el temor a Di-s. Con tanto miedo de Hashem instaurado, uno se mantiene firme en la supervivencia espiritual y prospera, sin importar cuán hostil sea el entorno en el que se encuentra. Yaakov, por otro lado, aunque estaba de acuerdo con Yosef en que el autocontrol es un componente necesario, creía que había otro enfoque para criar hijos espiritualmente sanos. Y este es vivir una vida en la que el amor de Hashem y la dedicación a la Torá triunfan sobre todo lo demás. La Torá no solo lo protegerá de los daños sociales, sino que proporcionará el ímpetu para alcanzar la grandeza espiritual. Asegurará la productividad espiritual y la realización de la vida. Los encantos de la sociedad no tienen ninguna posibilidad en comparación con la dulce belleza de la Torá.
Fue debido a esta diferencia de filosofías, explica el Rebe de Slonimer (Sefer Nesivot Shalom), que Yaakov Avinu y Yosef discrepaban en cuanto a quién debía recibir la bendición principal. Según lo registrado en Parasha Mikeitz, Yosef nombró a su hijo mayor Menashe por "Hashem me ayudó a olvidar (נשני) todos mis problemas y las tribulaciones de la casa de mi padre". El segundo hijo de Yosef, Efraim, fue nombrado así en reconocimiento de que "Hashem me hizo fructífero (הפרני) en la tierra de mi sufrimiento".
Yosef vio en Menashe las herramientas necesarias para la grandeza porque Menashe, como lo indica su nombre, personificaba la capacidad de hacer a un lado y suprimir los problemas que uno enfrenta. Yaakov, por el contrario, vio la grandeza en Efraim porque fue él quien encarnó la productividad positiva y el crecimiento espiritual.
Ahora podemos entender la imagen completa. Alineados con su perspectiva y filosofía, Yosef y Yaakov atribuyeron precedencia a Menashe y Efraim, respectivamente. Mientras que Yosef deseaba que su padre atribuyera mayor importancia a Menashe, Yaakov no estaba de acuerdo. "Lo sé, hijo mío, lo sé", dijo Yaakov; “Menashe también se hará grande; sin embargo, su hermano menor será más grande”(Bereishis 48:19). Aunque mantenerse alejado de la mala conducta y los entornos dañinos es crucial, la forma más grande y más efectiva de combatir los males del exilio, argumentaba Yaakov, es a través del refuerzo positivo de los ideales y valores de la Torá. Al centrarse en los aspectos positivos del amor a Hashem y la belleza de Su Torá y mitzvot, uno encontrará tal significado y satisfacción en la vida que todas las demás tentaciones caerán en el camino. Simplemente serán superadas y reemplazadas.
Recuerdo que una vez le pregunté a una joven involucrada en una grave adicción: “¿Qué estás obteniendo de tu adicción?”. Ella procedió a escribir una lista de dieciséis beneficios diferentes que creía que le estaban brindando. Después de echar un vistazo a la lista, comencé a llorar cuando ella se fue. Pensé dentro de mí: “Un estilo de vida de Torá podría proporcionarle cada una de estas dieciséis necesidades. Si solo reemplazara esta adicción con la Torá, estaría infinitamente más feliz y mejor".
Si pudiéramos apreciar lo que la Torá hace no solo por nuestra alma, sino por toda nuestra composición espiritual, física y emocional, correríamos hacia la oportunidad más cercana para aprender su sabiduría. En las palabras de Or HaJaim (Devarim 26: 11), "Si las personas se dieran cuenta de la dulzura y la felicidad que existen al aprender y vivir la Torá, correrían tras ella apasionadamente".
Una vez conocí a una mujer que provenía de una familia excepcional y cuyo padre era conocido por ser un hombre especialmente bondadoso. Le pregunté cómo era crecer con su padre. Ella continuó diciéndome lo siguiente:
Hubo un período en el que mi hermana de quince años estaba muy amargada y no tenía ningún interés en el judaísmo. Decidió que quería vestirse como a ella le gustaba. Y fue exactamente lo que hizo.
Cada vez que mi padre la veía, le decía: "Es una pena. Estoy muy triste de saber que te estás alejando. Sé lo afortunado que soy de vivir una vida de Torá. Aunque no puedo obligarte a que veas las cosas de la misma manera que yo, estaré aquí para ayudarte en esta etapa de la vida. Sin embargo, espero que algún día veamos las cosas de la misma manera y seas tan feliz como yo".
Tres meses después, mi hermana abandonó todo lo malo por su cuenta. Ella experimentó un cambio completo. Más tarde explicó que lo que le dio el ánimo y la convicción de abandonarlo todo fue la actitud de nuestro padre. En lugar de intentar hacerla cambiar de opinión, demostrando desaprobación por su comportamiento, enfatizó la felicidad y la satisfacción que él personalmente tenía al llevar una vida de Torá. Su confianza en lo que la Torá tenía para ofrecer y su belleza fue tan abrumadoramente categórica, que la convenció.
Cuando el automóvil Honda Civic apareció en el mercado por primera vez hace años, lo anunciaron en un comercial. Mostraba una página en blanco con un carro pequeño centrado en el medio y una frase que decía: “Honda. El auto que se vende a sí mismo”. Lo mismo se aplica a la Torá. Si apreciamos la tremenda belleza y el efecto transformador que la Torá tiene en nuestras vidas, inmediatamente nos dirijiremos hacia ella. Aferrándonos a su belleza cautivadora y sus valores idealistas, ni siquiera los vientos más grandes de la sociedad podrán derribarnos a nosotros o a nuestros hijos. Nuestros hijos crecerán como Efraim y Menashe, quienes a pesar de vivir en el exilio alcanzaron niveles extraordinarios de grandeza espiritual. Y al hacerlo, como padres podremos orgullosamente derramar sobre ellos todos los viernes por la noche, la bendición que tanto merecen: "Que Hashem te haga como Efraim y Menashe".
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